La palabra hebrea Shoá significa catástrofe.
Y realmente describe mejor que ninguna otra lo que supuso para el Pueblo Judío el exterminio premeditado y sistemático de 6 millones de judíos.
Todos sabemos lo profundamente antisemita que fue el Nazismo.
Cómo acorraló física y legalmente a los ciudadanos judíos de aquellos territorios que controlaba hasta acabar con su deportación y asesinato en masa.
La llamada “solución al problema judío” se toma en la Conferencia de Wansee el 20 de Enero de 1941.
Lo que pocos saben es que este macabro proyecto incluía también a comunidades de origen hispano-portugués, esto es, sefardíes.
Los judíos sefardíes de los Balcanes, Holanda, Grecia, Macedonia…
Comunidades muy alejadas geográfica y culturalmente del mundo germano donde surge el Nazismo.
Grupos muy poco asimilados, que guardan como un tesoro su lengua y tradiciones culturales y en las que pervive el lejano trauma de la Expulsión de la Península.
En estos lugares, el Nazismo utiliza a colaboracionistas, que no son sino vecinos, amigos, compatriotas, para lograr información sobre los judíos y conseguir su siniestro objetivo final.
Y las comunidades judías sefardíes van desapareciendo porque sus miembros son deportados a los campos, Treblinka y Auschwitz, especialmente.
Muchos de ellos son exterminados nada más llegar. No pueden comunicarse porque no hablan alemán ni idish, el idioma de sus hermanos askenazíes.
Pero para muchos, paradójicamente, la salvación llegó de aquella España siempre recordada. Personajes de la talla de Sanz Briz, Romero de Radrigales, Propper de Callejón y Santaella, diplomáticos españoles, arriesgaron sus vidas por salvar a miles de judíos aprovechando un Decreto del Directorio de Miguel Primo de Rivera de 1924, aún en vigor, que otorgaba la nacionalidad española a todos aquellos inscritos en registros españoles y a sus descendientes.
Estos diplomáticos fueron reconocidos Justos entre las Naciones por el Estado de Israel en años posteriores.
El balance de la Shoah en el mundo sefardí es demoledor.
A la completa desaparición de muchas comunidades hay que unir la pérdida del 90 % de hablantes de Judeo español, lo que supuso un profundo golpe para la supervivencia de la lengua hablada por los judíos peninsulares durante siglos.
En Auschwitz podemos leer emocionados la placa en judeo español que recuerda “ke este lugar, ande los nazis eksterminaron un milyon i medyo de ombres, de mujeres i de kriaturas, la más parte djudyos, de varios payizes de la Europa, sea para siempre, para la umanidad, un grito de dezespero i unas sinyales”